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CAP 55 – Impactos de balas de 1973

    En el corazón de Santiago, entre el bullicio de la vida cotidiana y los edificios modernos, hay marcas que cuentan una historia. No son simples imperfecciones en las paredes, sino testigos silenciosos de un pasado que aún resuena en el presente. Hoy, queridos oyentes, les invito a un viaje por el tiempo, a través de las huellas de balas que aún conservan los edificios alrededor del Palacio de La Moneda.

    El Paseo Bulnes, una arteria importante de Santiago, es testigo silente de aquellos eventos del 11 de septiembre de 1973. Al caminar por él, es imposible no notar las cicatrices que adornan sus edificios. Estas marcas no solo nos hablan del pasado, sino que también nos invitan a reflexionar sobre el presente y el futuro. Nos recuerdan la importancia de la memoria y la necesidad de construir un país más justo y democrático.

    El día 11 de septiembre de 1973 el cielo de Santiago se oscureció con el humo y el estruendo de los bombardeos aquel día. Las Fuerzas Armadas, en un intento de derrocar al gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende, asaltaron el Palacio de La Moneda. Las calles circundantes se convirtieron en campos de batalla, y las fachadas de los edificios cercanos, especialmente en el Paseo Bulnes, recibieron el impacto de las balas, dejando cicatrices que perduran hasta hoy.

    La Plaza Bulnes es más que un simple espacio urbano; es un testigo mudo de la historia turbulenta de Chile. A simple vista, uno podría pasar por alto las cicatrices que adornan las fachadas de los edificios circundantes, pero al observar con detenimiento, esas marcas revelan la violencia del 11 de septiembre de 1973. Estos impactos de bala, que aún perduran, son un recordatorio constante del asalto al Palacio de La Moneda y del enfrentamiento que se vivió en sus alrededores. Cada marca en la piedra y el concreto cuenta una historia de resistencia, tragedia y, sobre todo, la importancia de no olvidar, convirtiendo a la Plaza Bulnes en un monumento silente de la memoria histórica del país.

    Otros de los edificios que guarda estas marcas es el Museo Nacional de Bellas Artes. Pocos días después del golpe militar, los militares dispararon contra el Museo con tanques y ametralladoras. Aunque el museo estaba vacío, las balas atravesaron las ventanas, impactaron sobre las paredes, dañando el edificio y sus obras. Dos de las piezas afectadas fueron «Retrato de mi hermana» de Francisco Javier Mandiola y «Una guasa» de Clara Filleul. Estas obras, junto con las marcas en el edificio, son testimonio del ataque a la cultura y el arte durante esos oscuros días.

    Esa noche en el museo de bella artes solo se encontraba el nochero del Museo de Bellas Artes, quien con 23 años debió enfrentar solo el asedio. Los militares abrieron fuego pensando que en el interior se escondían partidarios de la Unidad Popular. Convirtiéndose en un símbolo de cómo la cultura fue suprimida tras el Golpe de Estado

    Estas marcas, más de medio siglo después, siguen siendo visibles y se han convertido en símbolos de la memoria e identidad cultural de Chile. Representan la resistencia, la lucha y, sobre todo, la importancia de no olvidar. El libro «Golpes», del fotógrafo Alexis Díaz Belmar, se adentra en este tema con una profundidad única. A través de sus páginas, nos lleva a un recorrido visual por Santiago, mostrándonos las marcas de bala que aún persisten en edificios emblemáticos.

    Es vital entender el contexto en el que estas marcas se crearon. Chile estaba en medio de una transformación social y política. El gobierno de Allende había iniciado una serie de reformas que generaron tensiones tanto dentro como fuera del país. En este contexto, el golpe de Estado trajo consigo la violencia y brutalidad con la que se llevó a cabo.

    Las marcas de bala en los edificios son un recordatorio de esa violencia, de ese día en que la democracia chilena fue interrumpida. Pero también son un recordatorio de la resistencia del pueblo chileno, de su lucha por la justicia y la verdad. Y es por eso que debemos conservarlas, protegerlas y honrarlas.

    El impacto del golpe de Estado no se limitó a Santiago. En todo el país, la gente sintió las consecuencias de ese día fatídico. Familias fueron separadas, amigos desaparecieron y la vida cotidiana cambió para siempre. Pero a pesar de todo, el espíritu chileno prevaleció.

     La gente se unió, se organizó y luchó contra la opresión. Y esas marcas de bala, esas cicatrices en los edificios son un recordatorio de esa lucha y de la resistencia del pueblo chileno.

    Queridos oyentes, al caminar por las calles de Santiago, les invito a detenerse y observar estas marcas. No son solo agujeros en las paredes, son parte de nuestra historia. Son recordatorios de un pasado doloroso, pero también símbolos de resistencia y esperanza. Son, en esencia, marcas de la historia. Y como chilenos, es nuestra responsabilidad conservarlas, protegerlas y, sobre todo, recordarlas.

    Las marcas de bala en los edificios de Santiago son más que simples agujeros en las paredes. Son símbolos de un pasado doloroso, pero también de esperanza y resistencia. Y como chilenos, es nuestra responsabilidad conservarlas, protegerlas y recordarlas. Porque la historia no debe ser olvidada, sino recordada y honrada. Porque solo al recordar nuestro pasado, podemos construir un futuro mejor.

    La historia de Chile está llena de momentos de triunfo y tragedia, y el golpe de Estado de 1973 es sin duda uno de los más oscuros. Pero también es una historia de resistencia y resiliencia. De un pueblo que, a pesar de las adversidades, nunca dejó de luchar por sus derechos y su libertad. Y esas marcas de bala en los edificios de Santiago son un recordatorio constante de esa lucha.

    Por eso, les invito a reflexionar sobre el significado de estas marcas a más de 50 años del golpe de estado. A pensar en las vidas que se perdieron, en las familias que fueron separadas y en la cultura y el arte que fueron atacados. Pero también les invito a celebrar la resistencia del pueblo chileno, su capacidad para superar las adversidades y construir un país más justo y democrático. Porque esas marcas de bala no son solo cicatrices del pasado, sino también símbolos de esperanza para el futuro.