El edificio del Mercado Central de Santiago inició sus funciones en 1872 durante el gobierno del presidente Federico Errázuriz Zañartu, en un contexto de expansión económica nacional, que permitió el desarrollo de distintos proyectos de modernización en la Capital. La ceremonia de inauguración se realizó en el marco de la Exposición Nacional de Artes e Industrias, organizada por el entonces intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna.
En 1868 las autoridades de Santiago contactaron a Thomas Bland Garland para convenir los términos de diseño y entrega de una gran estructura metálica, destinada a alojar las instalaciones del principal mercado de la ciudad. Garland vivía en Chile desde 1845 y después de trabajar para una casa comercial en Valparaíso se había involucrado en la ejecución de obras ferroviarias, sanitarias y mineras. Su experiencia en especificaciones y abastecimiento de materiales británicos para proyectos de infraestructura en Chile lo calificaban como un coordinador idóneo para esta nueva obra, que suponía la construcción de una gran cubierta metálica prefabricada que se montaría sobre un espacio perfectamente cuadrado, contenido por edificios de albañilería existentes. Garland se trasladó a Gran Bretaña en representación de la Municipalidad de Santiago para encargar el diseño en detalle de la estructura y supervisar su ejecución.
En esos años, cuando el acero templado aún no era considerado estructuralmente confiable, era usual cubrir grandes con cerchas reticuladas de hierro forjado. Éste gozaba de mejor reputación que el hierro fundido, más bien quebradizo, y su comportamiento estructural podía calcularse con cierta precisión; sin embargo, su mayor costo reducía su definición a la de una estructura utilitaria más bien desnuda, que admitía un mínimo tratamiento expresivo o plástico. Alejándose de la norma imperante, se decidió que las cubiertas del Mercado Central de Santiago fueran construidas casi completamente en hierro fundido, que en el caso de luces pequeñas era económicamente eficiente: de esta forma, además se hacía viable una estructura de mayor riqueza expresiva, en la que cabían elementos ornamentales integrados. El éxito del proyecto dependía de un estricto control de calidad en la fundición y del cuidadoso diseño de todos los componentes, nudos y detalles.
La especificación para el Mercado de Santiago era detallada y precisa. Como el acero fundido sería usado estructuralmente, se necesitó un riguroso control de muestras de cada corte de fundición en los hornos; el ingeniero realizaba una primera prueba en terreno mientras una segunda muestra era enviada a un laboratorio en Londres para una minuciosa inspección posterior. Los elementos fundidos que no alcanzaban los estándares necesarios eran rechazados e inmediatamente destruidos. Por otra parte, cada pieza era diseñada considerando un tamaño suficientemente pequeño como para asegurar su fácil empaque y traslado a Chile
La construcción del Mercado Central, iniciada en 1869, tuvo por objetivo generar un nuevo espacio para el comercio capitalino, luego de que un incendio destruyera la antigua Plaza de Abastos de Santiago en 1864.
