Desde los momentos en que se establecían las bases institucionales que fundamentaron la creación de la Universidad de Concepción, se pensó en la necesidad de contar con un centro que vinculara y difundiera las manifestaciones artísticas en la región, y así tímidamente en sus inicios, se fueron adquiriendo obras a los distintos artistas que exponían en la ciudad, sin un criterio muy estricto, pero ya animados por la voluntad de contar con una colección de arte.
En 1954 llega a Concepción como director y profesor de la Academia Libre de Bellas Artes el pintor Tole Peralta, quien dará el impulso definitivo para la creación de lo que será la Pinacoteca de la Universidad de Concepción. Contando con el apoyo entusiasta del rector David Stitchkin, inicia las gestiones para adquirir la colección del señor Julio Vásquez Cortés, quien poseía entonces el más importante conjunto de obras pertenecientes a la llamada Generación del 13. La gestión se define en diciembre de 1958 y la valiosa colección de 542 obras de diversas técnicas y variados formatos e integrada por 40 artistas pasa a la Universidad, siendo el soporte más firme y valioso de lo que más tarde sería la Pinacoteca. El conjunto se había mostrado parcialmente en diversas ocasiones, siendo la más relevante la realizada en 1946 en la Sala de Exposiciones de la Universidad de Chile, la que motivo valiosos trabajos monográficos de Carlos Isamitt, integrante activo del grupo y de Pablo Neruda, admirador y amigo de varios de sus integrantes, quien entonces acuñó el nombre de Heroica Capitanía de Pintores, muy usado en múltiples trabajos alusivos al tema. Estos autores fueron también quienes primero definieron y resaltaron el valioso rol que cumple este grupo de artistas en la transición y evolución posterior de nuestra historia plástica.
El cuantioso número de obras que forman la Generación del 13 es el núcleo que se irá incrementando con un lento y seguro proceso de adquisiciones de artistas chilenos o de autores extranjeros que hubieran trabajado y creado en Chile, y así, se compra a los más destacados pintores o coleccionistas de la época: se adquiere parte de la colección Bascuñán, e igual de Néstor Montecinos como algunas obras del vasto conjunto de Fernando Lobo Parga, o de quienes teniendo obras que estimaban valiosas deseaban que quedaran en un museo que día a día acrecentaba su prestigio y su caudal de adquisiciones.
En 1960, contando con un respaldo importante de pintura chilena, se acoge una invitación para llevar una selección de obras de la Colección Universitaria a Buenos Aires, presentándose en las Salas del Colegio Deliberante, obteniendo un éxito notable no sólo por la calidad de lo expuesto, sino también por la lucidez y hondura de las disertaciones de Tole Peralta, encargado de la muestra. Fue la primera salida al exterior.
Las nuevas adquisiciones, junto a aquellas que permanecían colgadas en los muros de las distintas oficinas, aumentaron en tal número que hubo que guardarlas en espacios habilitados para tal fin, pero se hacía necesario contar con un lugar propio, sueño de gestores y autoridades universitarias comprometidas con esta maravillosa aventura.