Ubicado a pasos del centro cívico de Santiago, el Cerro Santa Lucía es un icono histórico y cultural de la ciudad y la Región Metropolitana. Los mapuches lo llamaban cerro Huelén, palabra que en mapudungún significa melancolía, tristeza o dolor. Es un cerro de 69 m. de altura, que abarca 65.300 m2 de extensión, originalmente era un peñón agreste que era utilizado como mirador porque desde su cima se tenía una visión panorámica del territorio.
Independiente del protagonismo que le otorga de por sí su condición geográfica, la presencia del cerro Santa Lucía, en tanto realidad significativa, se remonta al pasado prehispánico santiaguino, cuando el valle del Mapocho era habitado por una serie de comunidades indígenas. Es entonces cuando el cerro adquiere una primera connotación como lugar reconocible y trascendente. Podríamos señalar que, si bien un lugar preexiste en función de su condición física, éste adquiere la categoría de tal en el momento que el hombre es capaz de descubrir o adjudicarle una cualidad significativa con lo cual asume una condición cultural relevante. De esa manera, el peñón rocoso que irrumpe en el plano del valle señalando una relación con el cielo, es considerado como una manifestación y representación de la divinidad, algo característico de la cosmovisión prehispánica de la parte sur del continente, en que la veneración de las altas cumbres andinas es propio dela religiosidad de aquellos pueblos
La irrupción española en el valle del Mapocho, repercutió desde un inicio en la continuidad histórica del cerro: a poco de asentarse los conquistadores procedieron a renombrar el cerro Huelén, él que pasó a ser conocido como cerro de Santa Lucía. Así, quedó rememorado el día en que la expedición de Pedro de Valdivia conoció el valle en el cual se fundaría luego la ciudad de Santiago un 13 de Diciembre de 1540. Este cambio toponímico demuestra cómo, a partir de ese momento, el cerro comenzó una nueva etapa al alterarse la relación con el mismo. El pueblo de indios que habitaba junto al cerro Huelén fue obligado a abandonar dicho emplazamiento para posibilitar la instalación hispánica, marcando el inicio del proceso de transculturación que impuso la gesta colonizadora.
Durante gran parte del periodo colonial el cerro mantuvo su carácter natural, aunque se inició su intervención con la construcción de fortificaciones. En la Reconquista, el gobernador Casimiro Marcó del Pont convirtió este cerro en una fortaleza de la defensa realista, edificando dos baterías: la Marcó (después Castillo González) y la Santa Lucía (Castillo Hidalgo).
A fines del siglo XIX, el intendente Benjamín Vicuña Mackenna inicia un gran proyecto de mejoras urbanas que se aplicaron a Santiago con ocasión de la celebración del Centenario de la República. En este marco, en el año 1872 se inició un plan de modernización y remodelación del cerro Santa Lucía, proyecto que incluyó la construcción de un camino de acceso y circunvalación, la construcción de una capilla de estilo gótico en la cima, variadas plazoletas, jardines y fuentes de agua, así como la forestación del lugar con diversas especies vegetales. El Fuerte Hidalgo fue convertido en castillo y se construyeron amplias terrazas.
Vicuña Mackenna quien se había visto obligado a abandonar Chile en 1852, aprovecho el destierro para recorrer Estados Unidos y Europa, en un viaje formativo que, a la postre, sería fundamental en la elaboración de sus propuestas reformadoras. Según relata en su diario de viaje, publicado a su regreso a Chile, y más tarde en otras obras, Vicuña Mackenna se muestra fascinado por los avances técnicos y los nuevos medios de información y de comunicación. El teléfono y el telégrafo, cuya eficacia tiene oportunidad de comprobar durante su estancia en Estados Unidos, le llevan a vislumbrar tecno-utopías que simbolizan el más alto grado de modernidad
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